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martes, 29 de enero de 2013

FRAY MIGUEL AGULLÓ, VILERO CON FAMA DE SANTIDAD


A principios del siglo XVII la villa de Villajoyosa era la más poblada e importante de todas las localidades existentes entre Benissa y Alicante. A causa de sus necesidades religioso-culturales se fundó en 1607 el desaparecido convento de Ermitaños de San Agustín, con el título de San Pedro y Santa Marta, cuya comunidad perduró hasta la desamortización decretada por el ministro Mendizábal en 1835; sus edificios fueron demolidos a mediados del pasado siglo XX. La desaparición de sus muros conventuales, y la persecución religiosa y anticlerical de 1936-1939, no han podido impedir que llegara hasta nosotros abundante documentación sobre este convento.


Fray Jaime Jordán, en su Historia de la Provincia de la Corona de Aragón de la Sagrada Orden de los Ermitaños de Nuestro Gran Padre San Agustín (1), nos cuenta cómo fue la fundación en la Vila, así como la vida virtuosa de algunos de sus religiosos: 

«Grande era el afecto que los de Villajoyosa tenía a nuestra sagrada Augustiniana Religión, por lo cual deseaban tener de ella convento en su Patria. Tratáronlo con algunos religiosos de nuestro convento de Alicante, y éstos lo representaron al Padre Porvincial el Maestro Fray Gerónimo Cantó; el cual viendo que los de Villajoyosa ofrecían gustosos algunos medios congruos(2) para hacerse la dicha fundación, la aceptó. Sacáronse las licencias para ello necesarias, y luego envió el Provincial al Padre Lector Fray Juan Carrió, y al Padre Fray Inocencio Capilla, con otros dos religiosos, para tomar la profesión, como lo hicieron en octubre del año 1607. Este día se celebró la primera Misa en el nuevo Convento, con asistencia del Reverendo Clero, y de la Ilustre Villa, con gran regocijo de todos los habitadores de ella. Dedicaron esta iglesia, y Convento al Príncipe de los Apóstoles San Pedro; hicieron una concordia entre sí el Clero, y Convento, que el Clero tuviese el Altar el día de San Pedro en el Convento, y el Convento el día de Santa Marta, Patrona de la Villa, en la Parroquia; y hoy se observa con gran hermandad de ambas Comunidades. Tiene este  convento una linda planta, y está perfectamente acabado: la iglesia es muy hermosa, y está muy bien labrada, y adornada de famosos retablos. Hacen los religiosos de este convento gran servicio a Nuestro Señor, y mucho fruto en las almas, así en confesar, y asistir a los enfermos, y moribundos, como en predicar, evangelizando la divina palabra por todos los lugares de aquella marina, que son muchos, y solos los obreros ordinarios son nuestros religiosos.

Luego que tomaron la posesión del Convento los referidos Padres, nombró el Provincial por primer Prior de él al dicho Padre Lector Carrió, hijo del Convento de Xátiva, religioso docto, y muy ejemplar, varón verdaderamente apostólico, y célebre predicador: que una cuaresma que predicó en dicha Villa, con sus sermones compuso las paces entre muchos, que ardían en fuego de venganza divididos en bandos, y redujo a muchos al camino de la virtud; entre ellos a Nuestro Venerado Padre Fr. Miguel Posidonio Mayor, que por su medio, y predicación dejó los bandos, y el mundo, y se retiró al sagrado de la religión, donde resplandeció en admirables virtudes, y con gran opinión de santidad, como se ha dicho en su admirable vida (Vida libro 2 capítulo 21).

Después en el siguiente año de 1608, en el Capítulo Provincial que se celebró en el convento de Valencia en 26 de abril, fue electo Prior el Padre Fray Inocencio Capilla, y enviaron conventuales a los Padres Fray Pedro Belsegor, y Fray Andrés Mayor, como consta en los registros de la Provincia. Estos padres con su celo, virtud, y ejemplo acabaron de fundar el convento. Fue el Padre Fray Inocencio Capilla natural de la Villa de Jérica, hijo de Jaime Capilla, y de Gerónima Cozar. Tomó el hábito en el Convento de San Agustín de Barcelona, y profesó el 7 de septiembre del año 1597. Tuvo otros dos hermanos en la Religión: el uno se llamó el Padre Fray Jaime Capilla, hijo del Convento de San Agustín de Valencia, donde profesó el 30 de septiembre del año 1577, y el otro Fray Bonifacio Capilla, hijo del Convento de Xátiva, que profesó el 5 de febrero de 1589, y todos tres fueron religiosos de mucha virtud y ejemplo; y en particular el Padre Inocencio, que con su prudencia y predicación hizo mucho fruto en los de Villajoyosa. Fue Prior de muchos conventos, y murió en el de San Agustín de Valencia, con todos los sacramentos, el 25 de octubre del año 1638, y de su edad 67.

Floreció en este convento de Villajoyosa, entre otros, un religioso Lego, llamado Fray Miguel Agulló. Fue éste natural de la misma Villa, el cual habiendo tomado el hábito de Nuestro Padre San Agustín, y profesado en el propio convento de Villajoyosa. Resplandeció en todo género de virtud, con ejemplo grande, no solo de los religiosos, sino también de los seglares. Era humildísimo, y de natural muy sencillo, y cándido, celosísimo de la religión, y muy dado a la oración y penitencia. Pasaba las noches enteras en la iglesia en oración, después del continuo trabajo de todo el día, y el breve descanso que daba a su cuerpo era sobre la dura tierra; y por no dormirse sembraba el suelo de piedras menudas y pedazos de teja, y se recostaba sobre ellas, para que este tormento le templase el sueño y le hiciese más sabroso y deleitable a su alma el descanso que daba a su cuerpo. Frecuentaba los sacramentos de la Confesión y Comunión todos los días con gran devoción y ternura de su alma; y antes y después empleaba largos ratos en oración, para disponerse y dar gracias al Señor. Su penitencia era pasmosa: comía lo más despreciado, y muy poco; ayunaba mucho, y muchas veces a pan y agua; maceraba su cuerpo con ásperos cilicios y rigurosas disciplinas, y otros malos tratamientos que le daba. Su obediencia a los Prelados era muy rendida; su pobreza austerísima; y su castidad, y pureza de un ángel. Murió en fin en el mismo convento de Villajoyosa, después de haber recibido los Santos Sacramentos, por los años de 1679, y a los 88 de su edad. A su entierro acudió toda la Villa a venerar su venerable cuerpo, llevados de la gran devoción que le tenían».

Fuente: GALLARDO VALENZUELA, JUAN ANTONIO, Una memoria propia.

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1. JORDÁN, Fr. J., Historia de la Provincia de la Corona de Aragón de la Sagrada Orden de los Ermitaños de Nuestro Gran Padre San Agustín. Compuesta de cuatro reinos, Valencia, Aragón, Cataluña, y las Islas de Mallorca, y Menorca; dividida en cuatro partes. Parte Primera: contiene las fundaciones de los conventos de religiosos del Reino de Valencia y las vidas de sus insignes hijos, e hijas en santidad, letras y dignidades. Tomo Segundo, Valencia 1712, págs. 248-250.

2. Renta mínima de un oficio eclesiástico o civil, o de una capellanía, para poder sostener dignamente a su titular.

martes, 22 de enero de 2013

Presentación del libro "Una memoria propia", por el Diputado Provincial Don Adrián Ballester



PRESENTACIÓN DEL LIBRO: 
UNA MEMORIA PROPIA. Historia de La Ermita de San Antonio Abad de Villajoyosa

de Juan Antonio Gallardo Valenzuela


Querido Juan Antonio Gallardo, autor del libro 
Estimada Concejal de Cultura, Charo Escrig
Concejal de Cultura de Elche, Pablo Ruz
Comisión de Fiestas de San Miguel
Señoras y señores
Buenas tardes

Hace unas semanas que Juan Antonio Gallardo me invitaba a presentar su libro, un honor que pensara en mi para un día tan señalado en su vida. Me pedía que versara sobre el trabajo realizado después de mas de 10 años de documentación y trabajo de escritura de una parte de la historia de su pueblo. Te agradezco mucho tu invitación.

Juan Antonio nació en Villajoyosa el 23 de septiembre de 1981. Se ha formado en el seminario diocesano de Orihuela, obteniendo la Licenciatura de Estudios Eclesiásticos, el Bachiller en Sagrada Teología y el Bachiller en Filosofía, entre el Teologado Diocesano de Orihuela-Alicante, la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia y la Facultad de Filosofía San Dámaso de Madrid.

Actualmente cursa la Licenciatura de Filosofía en la Facultad de Filosofía San Dámaso de Madrid y el Master en Humanidades en Ciencias Sociales en la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona. 

Ha trabajado como bibliotecario en el Seminario Diocesano, como profesor en una academia, como profesor de Religión y Moral Católica en diferentes ciudades como Lorca, Mazarrón y el Colegio CEU Jesús María de Alicante. Actualmente es profesor de filosofía y ciudadanía en el Colegio El Valle de Alicante.

Juan Antonio es una persona enamorada de Dios, que sirve a la Iglesia y a la sociedad desde el ambiente en el que se mueve, como laico, intentando cambiar el mundo dentro de sus posibilidades.

Su trabajo ha sido minucioso. El libro, dedicado a su madre, intenta transmitir la imagen fiel de la Historia de la Ermita de San Antonio Abad de Villajoyosa. Juan Antonio Gallardo indica en su obra que “era de justicia que yo devolviera a mi tierra algo de lo que ella me había dado a mí”.

Con su libro, pretende “hacer un pequeño homenaje que ayude a contribuir el conocimiento de la historia de La Vila, lugar que podría ser calificado como cuna de sabiduría, y  de personas que pertenecen al elenco de aquellos que han hecho grande a España, jalonando los tiempos con el ejemplo de sus vidas” dicho en sus propias palabras.

El trabajo tiene su origen embrionario en artículos que escribió en la Revista de Festes de Sant Miquel de La Ermita de Villajoyosa, en investigaciones personales suyas, en multitud de documentos archivados y  ocultos bajo el polvo, cartas, etc., y en una acuciante necesidad personal, como indicaba anteriormente.

Las fuentes de la documentación se basan en la investigación de documentos de origen eclesiástico, libros parroquiales, libros de la santa visita, cartas, constituciones, etc., pero en un segundo momento amplió los horizontes de la investigación para contextualizar los hechos a los que hace referencia, echando mano de los necesarios datos de origen laico.

En la obra,  recorre,  según él “de  forma somera”, las diversas etapas históricas que han configurado el Barrio. El capítulo primero nos da cuenta de la antigüedad de este lugar, señalando que los primeros vestigios de asentamientos humanos se remontan a la Edad de Bronce, pasando por  la época romana. Dando noticia de todo esto, la obra recorre, los siglos VIII-XIII, para rememorar  −entre conquistas, moros, y  piratas− las gestas de Jaime I y  Jaime II. 
“¿Qué pasó en La Ermita durante este periodo? ¿Vivía alguien allí? ¿Qué tiene que ver San Antonio Abad en todo esto?” se pregunta el autor.

En  el  capítulo  segundo  se aborda  uno  de  los acontecimientos que deben ser tenidos como piedra miliar en la historia de Villajoyosa: el permiso de feria de 1533.

Con el siglo XVII llegaron a Villajoyosa los frailes agustinos y  con ellos una gestión más eficiente en las obras de caridad y  en las haciendas de la Iglesia, entre las que estaba la ermita de San Antonio Abad. De esta “interesantísima” etapa queda mucha documentación, cuyo estudio se aborda desde los datos aportados por el Dr. Ernesto Zaragoza. Además, la presencia de los frailes en Villajoyosa dejará toda una estela de personas cuya memoria se halla hoy muy descuidada.

Analizar  las necesidades religiosas de un lugar a lo largo de los siglos es camino de una  investigación histórica segura, ya que los datos aportados dan pista de la economía y  crecimiento de una ciudad, de la calidad de sus gobernantes, etc. La documentación eclesiástica a nuestro alcance, ha permitido trazar una panorámica que va desde los siglos XVIII al XX, con noticias curiosas de La Ermita de las que se da cuenta en el capítulo cuarto. La Ermita ha dado ejemplo de grandeza en las empresas comunes; en 1913  los habitantes de este barrio, por  encima de toda  división política, unieron todas sus fuerzas para construir un campanario para su antigua ermita. En el capítulo quinto se ve el proceso de construcción y  quiénes fueron sus protagonistas.
De este capítulo me ha chocado el presupuesto de la construcción del campanario de la iglesia. Un coste de 5.433 pesetas, donde faltaron 175 pesetas de los ingresos recaudados.

El capítulo sexto se aproxima a uno de los episodios más dolorosos de la historia de España en el siglo XX: la Guerra Civil de 1936.

A lo largo de la obra el nombre del barrio y  del templo, a los que se hace referencia, se confunden, ya que la palabra ermita es utilizada como topónimo (en mayúscula “La Ermita”), y  como un simple sustantivo (en minúscula “ermita”). Esto debe su explicación a que hasta 1953, en Villajoyosa, la palabra “ermita” sintetizaba a un tiempo los nombres de un barrio y  un templo, ya que éste último era erigido a la categoría de parroquia. Por eso, se puede decir que el capítulo séptimo trata también sobre el nombre del Barrio de La Ermita de San Antonio Abad. Sin la documentación eclesiástica, fuente principal de información de la que se ha valido, sería imposible el estudio de la historia de La Ermita. Uno de los principales tipos de documento de los que se ha valido es el de las Santas Visitas (visitas pastorales). Por ello, en el capítulo octavo, se explica en qué consiste una de estas “visitas”, tomando como ejemplo la que tuvo lugar en 1966.

Da la casualidad que el acta de esta visita está certificada por un ilustre de mi municipio, Redován, el monseñor Ildefonso Cases, fallecido hace apenas unos meses.

 El capítulo noveno quiere hacer algo de justicia a algunas de las personas que se han ganado un puesto en la historia de La Ermita, y  de toda Villajoyosa, por la trayectoria de sus vidas, como el Doctor Esquerdo, que lleva su nombre un centro de salud mental de la Diputación de Alicante.

Es intención del autor abordar un estudio biográfico más amplio en el futuro. No quiere ser un ensayo una exaltación localista, en lo que a lo telúrico se refiere. “Esto sería un objetivo muy  pobre”, según Gallardo, “para el que no merece la pena desperdiciar ni una gota de tinta”. 

De destacar también la relación del propio autor con el reverendo D. Luis Ángel Alonso, párroco de San Antonio Abad en el año 2005. Al poco tiempo de llegar le fue diagnosticado un cáncer. “La  pulcritud  litúrgica,  su   amor  a  la  Eucaristía,  al Confesionario, su tierna devoción a la Santísima Virgen, y  a San Miguel, nutrían y caracterizaban su espiritualidad” relata el autor, donde también indica:

Yo,  el  autor  de  estas  letras,  que  no  puedo  contener las lágrimas al relatar estos acontecimientos, me despedí de él en la puerta de su habitación en la Casa Sacerdotal, y  él desde la cama me decía adiós con la mano, mientras repetía: «−Juan, nunca sabrás cuánto te he querido, adiós, hasta el cielo−». Cuando recibía visitas en su habitación, alentaba a los que lo visitábamos, disimulando su  dolor o restándole importancia. A todos nos sorprendía cuando definía su enfermedad como «un regalo de Dios».”

La historia de Villajoyosa tiene unos sólidos fundamentos asentados en el Cristianismo; por  eso su historia, por lo que tiene de universal, deja de ser la de un lugar aislado, para convertirse en lo que es: parte de la Historia de España.

En su libro tienen citas que influyen en su pensamiento, como Su Santidad Benedicto XVI, Santo Tomás de Aquino o Aristóteles.



Algunas citas que me gustan:

Todos  somos  herederos  de  una  historia  concreta; pertenecemos a una tierra, no porque lo hayamos elegido, sino porque se nos ha dado. Nuestra naturaleza y  la de nuestra tierra, en su causa más profunda se identifican.
Sin historia ni tradiciones, sin el Cristianismo, no nos podemos comprender a nosotros mismos, ni tampoco caminar hacia el futuro; porque el futuro no se construye desde la nada. La nada, nada produce. Pertenecer a una tierra y  no conocer sus orígenes históricos, es como pertenecer  a una familia y  no saber quiénes son los propios padres.

A veces los españoles corremos la tentación de caer en el 

típico cainismo que nos hace aborrecer nuestro pasado, como si de él tuviéramos que avergonzarnos. Postura es ésta que va siempre acompañada de un gran desconocimiento de la Historia, por  ignorancia culpable o por intereses de terceros. 

Una mentalidad que desprecia su pasado tiene como consecuencia el desinterés por la Historia. «Esto produce una sociedad que, olvidando su pasado, y  por tanto desprovista de criterios adquiridos a través de la experiencia, ya no es capaz de proyectar  una convivencia armoniosa y  un compromiso común con vistas a la realización de objetivos futuros. Esta sociedad está muy expuesta a la manipulación ideológica».  Huyamos, pues, como de la peste de esta tentación. 
Somos herederos de un pasado glorioso. La lucha en las costas 
de La Vila es la historia de dos civilizaciones que se acrisolaron a la sombra de la Media Luna o de la Cruz. Por la victoria de la Cruz, hoy  Occidente es la cuna de las libertades de los pueblos, la impulsora de los grandes descubrimientos, y  la  artífice de las  victorias de las que se ha beneficiado la Humanidad.


Para finalizar,

Este libro que lleva mas de 10 años elaborándose por su autor, servirá para obtener dinero para las fiestas patronales del barrio de San Antonio Abad de Villajoyosa, que es de los más emblemáticos de esta Ciudad.

También tengo la suerte de que vuestro barrio y mi pueblo, Redován, compartamos patrón San Miguel.

San Miguel es uno de los siete arcángeles y está entre los tres cuyos nombres aparecen en la Biblia. Los otros dos son Gabriel y Rafael. La Santa Iglesia da a San Miguel el más alto lugar entre los arcángeles y le llama "Príncipe de los espíritus celestiales", "jefe o cabeza de la milicia celestial". Ya desde el Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del pueblo de Dios contra el demonio y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento.

Las fiestas de La Ermita son muy populares entre los vecinos de La Vila y de la zona, ya que se trata de los festejos más antiguos del municipio y de la comarca y se celebran en honor al Patrón de la localidad, San Miguel. En diciembre de 1533, el Rey Carlos V concedió a la villa de La Vila el permiso para poder celebrar mercado y feria anual a perpetuidad desde las fechas de celebración de la festividad de San Miguel hasta la de Todos los Santos.

La relación de esta feria con San Miguel se debe a que la fecha del santoral coincide con el final de muchas cosechas (algarroba, uva y almendra en el caso de La Vila), que se venderían en el mercado solicitado por La Vila y concedido por el Rey Carlos V. La instauración de un mercado incentivaría la actividad comercial y riqueza para la villa, de ahí el culto al Arcángel y asociarlo con la feria, que hasta la actualidad se viene celebrando cada año.
La Vila tuvo desde entonces a San Miguel como Patrón y su festejo central hasta que compartiera el patronazgo con Santa Marta unos años después (tras el intento de invasión berberisca en 1538). Con el paso de las décadas la importancia de las ferias fue relegada por el desarrollo de nuevas vías de comunicación y, por tanto, del comercio. Fue entonces cuando la feria de San Miguel y sus festejos se trasladaron a La Ermita de La Vila, principal foco agrícola de la villa.

La Vila, villa real, era uno de los principales focos de población de la comarca y una ciudad importante en cuanto a actividad comercial, tanto era así que contaba con un Síndic en las Cortes Reales (representante de la villa real) que en el momento de pedir formalmente el permiso real para celebrar feria era Jaume Llinares. El permiso de Feria era importante puesto que acreditaba la importancia de la población y aportaba tropas reales para garantizar la seguridad de todos los participantes y asistentes; se trataba de un momento en el que los asaltos en caminos y los ataques por mar berberiscos se sucedían continuamente.

En 1533, primera fecha documentada de la Feria, sólo existían este tipo de mercados en el Sur del Antiguo Reino de Valencia en Xàtiva (1250), Elche (1326), Cocentaina (1349), Alicante (1383), Albaida (1387) y Onteniente (1418). Sólo se concedían permisos a villas con población elevada, con actividad comercial y que se ubicaran en puntos estratégicos, características que la villa de La Vila cumplía con creces en aquel momento.

Querido Juan Antonio, te doy la enhorabuena por este gran trabajo que has realizado, y que los vileros y vecinos de este barrio podrán disfrutar. Gracias.

domingo, 13 de enero de 2013

17 DE ENERO, SANT ANTONI DEL PORQUET


Pronto celebraremos en L´Ermita las fiestas en honor a San Antonio Abad. Ya desde antiguo todos los pueblos solían tener dos fiestas mayores, una de invierno y otra de verano, la San Antonio Abad, titular de la parroquia y nombre del barrio, es el 17 de enero; aunque no hace falta decir que la elección de San Miguel Arcángel como copatrón no fue sólo por motivos de calendario, es verdad que optaron por escoger como fiesta mayor de verano el 29 de septiembre, precisamente después de la cosecha y de las fiestas de Villajoyosa en honor a Santa Marta. Puede que se eligiera esta fiesta coincidiendo con la inauguración del templo reformado de La Ermita de San Antonio, tras unas obras.

El pequeño templo (ermita) del Barrio de La Ermita de San Antonio Abad, ya aparece dedicado a este Santo en 1592, así lo atestigua un documento(1) antiguo que hayamos en el Archivo Parroquial de la Arciprestal de  Nuestra Señora de la Asunción de Villajoyosa: 

«Y hallo dicho Señor Visitador que en dicha Villa hai una Hermita de San Anthon, la qual hallo dicho Señor visitador bien tratada i hallo que aquella esta a cargo de Jayme Selles hermitaño en la qual hermita hai lo siguiente. Primo hun hornamento que de hun bol desgastado que se servio hun caliz de plata de ventisiete libras» (2).

La siguiente noticia que tenemos data del 1597, el Libro de Visitas señala que no había libro de cuentas:

«Visita de la Villa de Vila Joyosa año 1597. Hay en esta Villa una Hermita so invocación de San Anthón, la cual está a cargo de Juan Urios, hermitaño, que se la han encomendado los jurados, el qual no tiene libro de recibos y gastos por ser poco lo que se ha llegado conforme las necesidades de la dicha Yglesia y capilla»(3).

A San Antonio Abad se le ha tenido tradicionalmente como especial protector de los animales. Quizá sea por esto por lo que, por un permiso especial «los agustinos criaban cerdos en La Ermita y continuaron con la tradición antigua de criar uno, que cada año era rifado el día de San Antonio Abad −que dicho sea de paso, era la Fiesta Mayor de invierno de La Vila, que los jurados de la misma se habían obligado a celebrar con voto−, al tiempo que bendecían otro pequeño para rifarlo al año siguiente, el cual dormía en un corral concreto, pero todo el día andaba suelto por las calles del lugar y comía las sobras que le daban los vecinos, de manera que cuando un niño andaba todo el día por la calle de un lado para otro, la gente le decía que: “Corre més que el porc de Sant Antoni" (corre más que el cerdo de San Antonio)»(4).

FUENTE: (Cf. GALLARDO VALENZUELA, JUAN ANTONIO, Una memoria propia. Historia de La Ermita de San Antonio Abad de Villajoyosa. Ed.C.Festes Sant Miquel. Villajoyosa (Alicante) 2012. I.S.B.N.: 978-84-695-4695-6).





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1. Todas las parroquias guardan copia de los informes que se realizan en la visita que el obispo de la diócesis (en su defecto un delegado de éste) hace a la misma regularmente. En el caso de La Vila, las visitas la hacía el Arzobispado de Valencia, porque Villajoyosa perteneció a esta sede arzobispal hasta el año 1957 (Boletín Oficial del Arzobispado de Valencia, de 1 de octubre de 1957, págs. 365-369).

2. ARCHIVO DE LA PARROQUIA DE Nª  Sª DE LA ASUNCIÓN DE VILLAJOYOSA, Libro de Visitas Pastorales nº 1. Años 1589, 1592, 1595, 1597, 1602, 1604, 1607, 1610, 1620. Folio 89 vuelto.

3. Ibidem, Folio 138.

4. Cf. De hecho los agustinos tuvieron problemas en la cría de cerdos, a causa de la provisión real del 19 de junio de 1703, promulgada en Valencia el 3 de enero de 1721 y mandada observar fielmente el 28 de junio de 1737, que prohibía a los religiosos dicha cría de cerdos, reservándola exclusivamente a los canónigos regulares agustinianos del hábito de San Antonio Abad, llamados popularmente antonianos. De manera que los agustinos tuvieron que hacer una concordia con el comendador de la casa-hospital de San Antonio Abad de Valencia (4-XI-1737), para que el convento de Villajoyosa pudiera continuar criando cerdos en la ermita de San Antonio. ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Sección de Clero. Leg. 171, Cf. E. ZARAGOZA, Fondo agustiniano vilero del Archivo Histórico Nacional de Madrid, Doc. 62, en Revista de Moros y Cristianos, de Villajoyosa, 2002. Citado en:  ERNESTO ZARAGOZA PASCUAL; “Noticias históricas sobre La Ermita de Sant Antoni, de Villajoyosa”; Revista de Fiestas de San Miguel, Villajoyosa 2003.


domingo, 6 de enero de 2013

LA MEMORIA DE LOS HERMANOS ESQUERDO

Diario Información  Domingo 06 de enero de 2013


Juan Antonio Gallardo Valenzuela. Profesor y escritor

La memoria de los hermanos Esquerdo

La Vila Joiosa es madre de hijos ilustres. En el catálogo de sus prohombres figuran los hermanos Esquerdo Esquerdo. Pedro y Álvaro son dos médicos nacidos en el Barrio de La Ermita de San Antonio Abad de La Vila, a finales de siglo XIX. Tras superar muchísimas penurias para poder estudiar, lograron realizar su carrera en Barcelona, donde lograron una posición profesional, académica y social envidiable. Nunca olvidaron su tierra natal. Don Pedro fundó varias becas para estudiantes, y Don Álvaro fundó y costeó los primeros colegios que existieron en La Vila Joiosa, además de donar una sala para el Hospital, y realizar multitud de donativos y obras sociales. El otro día viajé a Barcelona, para visitar la Real Academia de la Medicina de Cataluña. Al entrar en su Aula Magna, descubrí el retrato de Don Álvaro Esquerdo situado en un lugar de honor. Sin embargo, al visitar el sepulcro de los dos eximios hermanos, en el Cementerio de Montjuïc, quedé profundamente desolado al constatar que allí no existe ni una placa de reconocimiento por parte de la ciudad que les vio nacer, y que ellos llenaron de honores y bienes. Ya lo dice el refranero castellano, que «es de bien nacido, el ser agradecido». Yo no quiero ser tan drástico, pero sí que reclamo como vilero -apelando a la justicia histórica- que nunca se olvide a los Dres. Pedro y Álvaro Esquerdo, que se honre su memoria y se respete el patrimonio que dejaron para bien de sus conciudadanos.

Fuente: 

http://www.diarioinformacion.com/servicios/cartas/cartaLector.jsp?pIdCarta=39987&pRef=2013010600_0_0__Cartas

jueves, 3 de enero de 2013

LOS ORÍGENES DEL BARRIO DE LA ERMITA DE SAN ANTONIO ABAD DE VILLAJOYOSA



La Ermita de San Antonio Abad es un barrio que engloba varias partidas de la ciudad de Villajoyosa, y debe su nombre al templo que antiguamente fuera ermita y hoy parroquia, de San Antonio Abad, por lo estrechamente unidas que están la historia del barrio y de la iglesia. 

Quizás sean pocos, tanto lugareños como visitantes, los que sepan la antigüedad de esta parte de la historia de Villajoyosa. «Los orígenes del lugar son tan antiguos que podemos afirmar con toda certeza que los primeros asentamientos de población en la zona de La Ermita se remontan al Bronce Antiguo, prueba de ello son los yacimientos arqueológicos hallados en la partida de Chauchelles, donde hubo una pequeña población ibérica, hasta la época iberorromana (siglos II-I a. C.). Entre el siglo IV y III a. C. florecen las fincas rústicas. Es interesante resaltar que entre las reliquias halladas en la partida de Chauchelles se encuentran los restos de una villa romana perteneciente a un gobernador romano que residía en Denia, y que utilizaba como lugar de veraneo»(Cf. BELDA DOMÍNGUEZ, J., Ingresos procedentes de Torre La Cruz (Villajoyosa, Alicante). Separata de: Memorias de los museos arqueológicos provinciales. 1948.).

Vienen a apoyar esta hipótesis el gran número de yacimientos esparcidos por todo el territorio. Destacamos también «los objetos hallados en la colina de Torre la Cruz, pertenecientes a un edificio destruido, que, por algunas de sus reliquias, pudiera haber sido unas termas. Entre los muchos restos hallados encontramos: 14 yesos tallados, uno representa a un león en lucha triunfante con un toro, la cabeza del león se repite en otro trozo pequeño. Otro muestra dos figuras femeninas, de las cuales una lleva una antorcha ardiente y la otra un báculo. En un tercero, se ve un oso y un jabalí en pugna al pie de un árbol. Otros yesos ofrecen palmas y flores alternando con coronas y esvásticas.

Hay también un trozo de enlucido de pared y 36 baldosines de mármol y ofita que pudieron formar parte de un pavimento inferior; mientras otro superior que corresponde a la habitación, cuyas paredes se adornan con los estucos antes dichos, era de teselas al estilo del mosaico alejandrino.

Un resto de tabla de mármol que tiene incisa la figura de un perro galo; un tiesto de barro rojo sin brillo del fondo de una vasija con la marca EX. OFF, DONNANI y un trozo de ladrillo con inscripción que parece funeraria y que dice así: L. LUCRETIO SERVI LIIGALI I. SEMPRONIANI C.V.F. PLICIO y que puede traducirse: “A Lucio Lucrecio Plicio de su servidor legal Julio Semproniano, administrador fiel”» (LA FUENTE VIDAL, JOSÉ; Museo Arqueológico Provincial de Alicante. Catálogo – Guía. Instituto de Estudios Alicantinos. Diputación Provincial de Alicante 1959, pp. 68 – 69.). En el yacimiento, realizado por el famoso sacerdote y arqueólogo Don José Belda Domínguez, son muchos más los restos que se encontraron de no menor importancia que los citados, que aquí no indico por no ser demasiado prolijo en este punto.

El fácil acceso por mar a la población de La Vila Joiosa, y su enclave excepcional, la convertían durante el s. VIII en objeto de las invasiones de piratas, al igual que todas las costas del Levante. Siendo conquistada a los musulmanes por el rey Don Jaime I de Aragón, en la primera mitad del siglo XIII (año 1251), hasta quedar despoblada en 1257 por la revuelta del moro Al Azraq, para ser definitivamente cristianizada en el año de 1300, cuando el capitán general de la Corona de Aragón, Bernat de Sarrià, la conquistará a las órdenes del rey Jaime II, recibiendo la Villa carta puebla el 8 de mayo de ese mismo año.

Don Juan Mateo Box, nos ofrece una descripción del castillo de La Vila, y nos cuenta la suerte que corrió éste. La historia del castillo nos sirve para contextualizar los acontecimientos en los que se vio la ciudad durante varios siglos. Y es en este contexto de población invadida donde se comprende que ésta se decidiera a construir «un baluarte o defensa contra propios y extraños. Hoy, cuando el paso inexorable del tiempo ha borrado no sólo las huellas de la barbarie sino las de los hechos gloriosos, es muy difícil localizar aquel castillo que se eleva desafiante delante del mar. Las guerras abatieron su fábrica y el abandono y la indiferencia han destruido hasta sus cimientos.

¿Hubo, pues, castillo en Villajoyosa? Sí y por cierto hermoso y espléndido. La Villa estaba rodeada de fuertes y altas murallas y éstas, a su vez, estaban defendidas por magníficos torreones. Desde el promontorio que se ve cercano al mar y en la misma desembocadura del río Sella, el recinto fortificado disponía sus cañones cruzando los fuegos, particularidad que hacía del fuerte un lugar, llamémosle para aquellos años, inexpugnable. Las obras de fortificación formaban un paralelogramo imperfecto y en cada uno de sus ángulos existían torreones sólidos los cuales hoy sólo ruinas enseñan. Uno estaba en lo que se llamaba Trinquete o calle del Mar; otro en la plaza del Olmo (que sirve de base a la [actual casa abadía de hoy); otro que todavía puede verse deteriorado y maltrecho empotrado en las casas que dan frente al río y un cuarto, al Oeste, que no era tal torreón sino el llamado Castillo. Para entrar al recinto había dos puertas. Transcurre el siglo XIV y allá por el 1468 el rey D. Juan une a su corona la Vill, su castillo y defensas. En 1536 (el 29 de junio) Villajoyosa vio llegar ante los muros de su castillo a una armada compuesta de cuatro galeras turcas y treinta galeotas y fragatas mandadas todas por el célebre corsario argelino Zala Arraez. La Villa se defendió heroicamente y acudió a su defensa y a la de su castillo, el Duque de Calabria, D. Luis Carroz y el Maestre Mosén Escrivá, quienes con los defensores del baluarte escribieron una página magnífica en la historia de la ciudad. Y no fue este hecho sólo. Durante todo el siglo XVI los defensores de Villajoyosa estuvieron en constante salida al mar teniendo en jaque a los moriscos y piratas que merodeaban los parajes próximos logrando apoderarse muchas veces de sus bajeles que traían en frente del castillo en señal de trofeo ganado a tan malvados señores. (También ayudaron al poder real contra los restos muslimes que en la Sierra de Bernia se habían refugiado).

Durante las Germanías, Villajoyosa, se declaró contra los nobles y el Virrey. Su castillo recoge entonces momentos de gravedad notoria.

En 1709 el Caballero D´Asfeld, mientras sitia Alicante, ordena derribar las murallas de Villajoyosa y puede decirse que de entonces data la ruina del castillo y fortificaciones quedando la desembocadura del Sella despojada de todo vestigio histórico» (Cf. MATEO BOX, J., Historia de los castillos de la Provincia de Alicante, Impreso en Such, Sierra y Compañía. Alfonso el Sabio, 29, Alicante 1953, págs. 55-57. El autor de este libro toma datos, sin citar su procedencia, del Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico. Villajoyosa, Madrid 1849 de Pascual Madoz.).

Un monumento que pasa desapercibido, y que podría ser un homenaje a la cristianización de la zona, es la llamada Cruz de Piedra situada en un antiguo cruce de caminos romanos (Al Norte de la misma, Torre de Dalt, o Era Soler; al Este, La Ermita de San Antonio Abad; al Sur, camino de La Foradà, hacia el casco urbano de la ciudad; y al Oeste, hacia el “Pont de Sant Argil” (deformación lingüística del nombre original “Puente de Don Gil”). Hoy día el monumento de la Cruz de Piedra no se encuentra en su emplazamiento original por la construcción de la variante de la carretera nacional.)

No podemos saber con exactitud el origen histórico del núcleo de población que hoy conocemos como La Ermita, pero con la documentación disponible, la historia y el sentido común, podemos proponer una doble hipótesis, cuyas conclusiones se mueven en el marco de una certeza bastante sólida. 

Ya hemos visto que toda la costa levantina sufre los ataques de los moros. Villajoyosa no se libra de esto. Es lógico pensar que hubiera personas de la población que se marcharan hacia el interior −extramuros−, en busca de mayor tranquilidad y seguridad, dedicándose luego a la agricultura y la ganadería. Esto explicaría que un grupo de población se concentrara en la huerta interior, en un lugar elevado (el Tossal de Sant Antoni), independientemente de que hubiera ya alguien viviendo allí, puesto que ya había población en los lugares cercanos, tal y como hemos indicado más arriba.

Además, teniendo en cuenta la antigüedad de la devoción a San Antonio Abad en el lugar, una explicación hipotética a la elección de dicho santo como protector especial, podría arrojar luz sobre la causa de la concentración de población en la zona de La Ermita. No es baladí tener en cuenta el hecho de que San Antonio Abad fuera tradicionalmente protector contra las epidemias. Y es sensato pensar que aquellos que huyeran extramuros de los ataques de piratas, también lo hicieran para escapar de las enfermedades contagiosas propias de la época, de mayor propagación cuando se vive en una ciudad amurallada como lo era La Vila Joiosa, y eligieran a San Antonio Abad como protector de las epidemias, de la cosecha y de las bestias utilizadas para el trabajo agrícola.

Aunque a día de hoy no hay ninguna prueba de ello, se podría barajar la posibilidad de que existiera un templo pagano donde hoy se levanta la Parroquia de San Antonio Abad, y se hubiera seguido la práctica habitual de aprovechar los materiales existentes del edificio para construir la primera ermita. Aunque por carecer de investigaciones en este punto, sólo nos podemos mover en el terreno de la hipótesis, lo que sí podemos afirmar con certeza es que los orígenes históricos del barrio de la Ermita tienen un doble fundamento, el religioso y la búsqueda seguridad por parte de sus primeros pobladores.

Apunta Vidal Tur que durante el siglo XV algunos pueblos, como La Vila Joiosa, se beneficiaron especialmente de la predicación de san Vicente Ferrer. Quién sabe si este gran santo valenciano pasó por La Ermita a predicar a las gentes del lugar con motivo del Cisma de Occidente, cuando Benedicto XIII, el famoso Papa Luna, se aferraba al solio pontificio en su castillo de Peñíscola (Cf. VIDAL TUR, G., Un obispado español de Orihuela-Alicante. Histórica exposición a todas las cristiandades. Tomo II, Alicante 1962, pág. 62.).

CARTA DEL DIPUTADO DON JOSÉ JORRO MIRANDA, CONDE DE ALTEA, A DON ÁLVARO ESQUERDO

Con motivo de la inauguración de la Escuelas de La Ermita, el diputado a Cortes por Villajoyosa, Don José Jorro Miranda, Conde de Altea, escribe a Don Álvaro Esquerdo confirmándole su asistencia.


NECROLOGÍA DEL DR. DON ÁLVARO ESQUERDO, POR EL DR. CARDENAL










DON ÁLVARO ESQUERDO ESQUERDO Y LA REAL ACADEMIA DE LA MEDICINA

Hace unos días visité la Real Academia de la Medicina de Cataluña, en Barcelona. Qué grande fue mi sorpresa al descubrir en un lugar de honor de su Aula Magna, el retrato del Dr. Don Álvaro Esquerdo Esquerdo.

REAL ACADEMIA DE LA MEDICINA DE CATALUÑA

Aula Magna, a la izquierda co-preside la sala el retrato de
Don Álvaro Esquerdo, hijo de La Ermita






Anfiteatro anatómico 
Mesa de disecciones


MISCELÁNEA FOTOGRÁFICA DE VILLAJOYOSA (II)

Casa natal de los Dres. Esquerdo.
Barrio de La Ermita de San Antonio de Villajoyosa

Doña Rosa Grau, Don Álvaro Esquerdo, y su hija María
en el jardín de L´Hort

Rvdo. Don Simeón Soriano Soriano Buforn

LIBRO: UNA MEMORIA PROPIA




En cierta ocasión alguien me dijo que era de justicia que yo devolviera a mi tierra algo de lo que ella me había dado a mí. No hice mucho caso de aquella conversación, pero con el tiempo me di cuenta de que esta persona tenía razón; y aquellas palabras se convirtieron en una obligación moral que me apremiaba.

No puedo cuantificar lo que yo debo a mi patria de La Ermita de Villajoyosa (Alicante), por lo que tiene de espiritual. Pero a sabiendas de que no lograré nunca satisfacer la deuda que tengo con mi lugar de origen, me propongo aquí hacer un pequeño homenaje que ayude a contribuir al conocimiento de la historia del mismo, lugar que podría ser calificado como cuna de sabiduría, y de personas que pertenecen al elenco de aquellos que han hecho grande a España, jalonando los tiempos con el ejemplo de sus vidas. 

Es verdad que todo lo debo a esta mi patria que es L´Ermita de San Antoni. En este precioso y pacífico lugar me crié y crecí desde niño, en él me educaron las personas que imprimieron en mí una huella que ha permanecido indeleble hasta el día de hoy, a saber: mi abuela Francisca Pérez Llinares (Paca La Flor), y mi madre Francisca Isabel Valenzuela Pérez, incansables trabajadoras y generosas hasta el extremo; mi abuelo, Joaquín Valenzuela Esquerdo (El Pachell), el hombre más valiente que he conocido; mi tía Vicenta Martínez, la primera persona que me habló de Dios; Socorro Fuster, la mujer entregada, fuerte y humilde. Y el Rvdo. Don Francisco Bolufer, a quien debo mi forma mentis

Es, pues, este pequeño trabajo escrito, una obligación para con Villajoyosa, pero también una necesidad personal de hacer memoria de mis propias raíces, por la natural inclinación que tiene el ser humano de buscar y contemplar la verdad, el bien y la belleza.  Es propio del espíritu humano preguntarse por la realidad que le rodea, por la causa de las cosas, del mundo, de la propia vida y de los acontecimientos. Por eso, la pregunta sobre el propio origen histórico es consustancial a la naturaleza humana. El hombre es un ser histórico.

La persona quiere saber; precisamente con esta advertencia comienza Aristóteles su Metafísica: «Todos los hombres por naturaleza desean saber».

Y este deseo de sabiduría no se resarce con cualquier conocimiento. La sabiduría a la que se refiere el gran filósofo estagirita es aquella que descubre la causa de las cosas. El ejercicio de la memoria, de la historia, tiene un doble origen: por un lado, existe en el hombre esta natural inclinación a preguntarse por la causa de cuanto le rodea; por ello intenta hallar una respuesta a su propia existencia, también por medio del estudio de los acontecimientos que han configurado el mundo tal cual es hoy.
Pero además, esta tendencia del hombre a preguntarse por la causa de las cosas está unida a su deseo de retener para sí los acontecimientos, en los cuales él mismo se ve reflejado, y haciéndolos memoria, los convierte en eternos; pues el hombre tiene inscrito en su corazón el deseo de eternidad, y por ende de felicidad absoluta.

En efecto, el hombre siempre busca la felicidad absoluta. Desde que nace hasta que se va de este mundo; todo lo que hace, lo hace para ser feliz. Por eso Santo Tomás de Aquino nos recuerda que «Todas las ciencias y artes se ordenan a algo uno, esto es, la perfección del hombre que es su felicidad».

¡Cuántos nos han precedido en este camino hacia la felicidad! ¡Cuántos anduvieron los mismos caminos que nosotros, frecuentaron los mismos lugares y tomaron en sus manos las mismas piedras que hoy sujetan las paredes de iglesias, puentes, y hasta de nuestras propias casas! Nuestros antepasados nacieron, vivieron con anhelos e ilusiones, tuvieron proyectos, alegrías y penas, y se marcharon. ¿Qué ha sido de ellos? ¿Todo lo que hicieron fue en vano? ¿No es acaso un deber de justicia hacer memoria de sus vidas, de cuanto hicieron bueno? No hacerse estas preguntas y no tratar de responderlas es lo mismo que renunciar a encontrar el sentido a nuestra propia vida. Una sociedad que ignora su pasado, «provoca en la persona la pérdida de su identidad»
. Se concluye lógicamente que no es posible considerar el devenir histórico desde el punto de vista del historicismo modernista.

El trabajo de la Historia estriba, pues, en evitar la ablatio memoriae (ablación de la memoria), para que la persona tenga siempre presente de dónde viene, dónde se encuentra, y hacia dónde va. Desde esta perspectiva, ya no se puede entender la Historia como mero relato de hechos y fechas aislados y asépticos. 

Como vemos, la Historia, en este dinamismo de la memoria, contribuye a impulsarnos hacia el futuro. Desde la memoria de nuestras raíces, −memoria que sana y reconcilia, porque pone al hombre en contacto con aquello que él mismo es− ya no hay lugar para la desesperanza, ni para el miedo al futuro.

No tiene sentido hacer memoria por simple erudición. La verdadera memoria “es aquella que hace memoria”, que se transmite a las generaciones. Memoria y tradición van intrínsecamente unidas (de ahí viene la palabra tradición, de traditio, entregar).

Con estas motivaciones he escrito yo este pequeño homenaje a mi tierra. No encontrará el historiador experimentado en este trabajo una investigación excesivamente heurística y erudita, sino la historia de La Ermita de San Antonio contada con sencillez; he aquí su leitmotiv. Claro está que no falta la necesaria referencia a documentos que refrendan lo que se dice.

Este pequeño trabajo tiene su origen embrionario en artículos que escribí en la Revista de Festes de Sant Miquel de La Ermita de Villajoyosa, en investigaciones personales, en multitud de documentos archivados y ocultos bajo el polvo, cartas, etc., y −como he dicho− en una acuciante necesidad personal. 

Al final la elaboración de redacción fue más costosa de lo que esperaba, pues no existe estudio sistemático alguno, realizado con anterioridad, cuyo objeto sea la historia de La Ermita, que me haya podido servir de referencia.  

Mi estudio se ha centrado en la investigación de documentos de origen eclesiástico, libros parroquiales, libros de la santa visita, cartas, constituciones, etc., pero en un segundo momento he ampliado los horizontes de la investigación para contextualizar los hechos a los que hago referencia, echando mano de los necesarios datos de origen laico. No me extiendo demasiado en este punto, puesto que me satisfizo la documentación eclesiástica que ya tenía. Y es que los orígenes del templo (ermita) de San Antonio Abad, su fábrica, administración, el cuidado pastoral de las almas de las gentes de la Huerta de Villajoyosa, es la historia viva de este pueblo. Es por ello que la historia de la parroquia ocupa un lugar central en la presente obra.

He tenido la enorme suerte de contar con documentos escritos, que ni están catalogados, ni han sido objeto de estudio antes. Asimismo, he sido muy afortunado al haber conocido personalmente a algunos de los testigos directos de acontecimientos que se narran aquí. Por ello, los testimonios orales han sido fundamentales para escribir este libro. 

Cuando hube terminado de escribir un primer borrador del presente, quedó éste guardado con alguna nota manuscrita a parte, en el fondo de un cajón de escritorio, donde permaneció unos siete años. Lo presento algo retocado ahora, con la esperanza de que sirva para dar a conocer una historia tan rica, y de motivación para ulteriores estudios sobre La Ermita de San Antonio Abad, de Villajoyosa.

¿Por qué el título Una memoria propia? No quiero decir que otros lugares del municipio de Villajoyosa no tengan una historia propia, eso sería absurdo. Pero sí he querido resaltar este aspecto singular en el caso del barrio de La Ermita, por la profundidad de sus raíces históricas.

Todos somos herederos de una historia concreta; pertenecemos a una tierra, no porque lo hayamos elegido, sino porque se nos ha dado. Nuestra naturaleza y la de nuestra tierra, en su causa más profunda se identifican.

Sin historia ni tradiciones, sin el Cristianismo, no nos podemos comprender a nosotros mismos, ni tampoco caminar hacia el futuro; porque el futuro no se construye desde la nada. La nada, nada produce. Pertenecer a una tierra y no conocer sus orígenes históricos, es como pertenecer a una familia y no saber quiénes son los propios padres.

La historia del barrio de La Ermita de San Antonio Abad y de su Parroquia, es tan profunda y rica que podría decirse que se trata de un caso particular. Las raíces históricas del lugar se encuentran interaccionadas de forma tal que no es posible comprender el devenir de los acontecimientos si hacer referencia a la ciudad de Villajoyosa, a sus parroquias principales, a la historia de la Marina Baixa, a la historia de la Provincia Agustiniana de la Corona de Aragón, etc. Por ello sería incorrecto pretender comprender la historia de Villajoyosa sin hacer referencia a la “Huerta de Arriba”.

En la presente obra, recorreremos, aunque de forma somera, las diversas etapas históricas que han configurado el Barrio como tal. El capítulo primero nos dará cuenta de la antigüedad de este lugar, señalando que los primeros vestigios de asentamientos humanos se remontan a la Edad de Bronce, pasando por la época romana. Dando noticia de todo esto, recorreremos los siglos VIII-XIII, para rememorar −entre conquistas, moros, y piratas− las gestas de Jaime I y Jaime II. ¿Qué pasó en La Ermita durante este periodo? ¿Vivía alguien allí? ¿Qué tiene que ver San Antonio Abad en todo esto?

En el capítulo segundo abordaremos uno de los acontecimientos que deben ser tenidos como piedra miliar en la historia de Villajoyosa: el permiso de feria de 1533.

Con el siglo XVII llegaron a Villajoyosa los frailes agustinos y con ellos una gestión más eficiente en las obras de caridad y en las haciendas de la Iglesia, entre las que estaba la ermita de San Antonio Abad. De esta interesantísima etapa queda mucha documentación, cuyo estudio hemos abordado desde los datos aportados por el Dr. Ernesto Zaragoza. Además, la presencia de los frailes en Villajoyosa dejará toda una estela de personas cuya memoria se halla hoy muy descuidada.

Analizar las necesidades religiosas de un lugar a lo largo de los siglos es camino de una investigación histórica segura, ya que los datos aportados dan pista de la economía y crecimiento de una ciudad, de la calidad de sus gobernantes, etc. La documentación eclesiástica a nuestro alcance, ha permitido trazar una panorámica que va desde los siglos XVIII al XX, con noticias curiosas de La Ermita de las que damos cuenta en el capítulo cuarto.

La Ermita ha dado ejemplo de grandeza en las empresas comunes; en 1913 los habitantes de este barrio, por encima de toda división política, unieron todas sus fuerzas para construir un campanario para su antigua ermita. En el capítulo quinto veremos el proceso de construcción y quiénes fueron sus protagonistas.

En el capítulo sexto nos aproximamos a uno de los episodios más dolorosos de la historia de España en el siglo XX: la Guerra Civil de 1936.

A lo largo de esta obra el nombre del barrio y del templo, a los que hacemos referencia, se confunden, ya que la palabra ermita es utilizada como topónimo (en mayúscula “La Ermita”), y como un simple sustantivo (en minúscula “ermita”). Esto debe su explicación a que hasta 1953, en Villajoyosa, la palabra “ermita” sintetizaba a un tiempo los nombres de un barrio y un templo, ya que éste último era erigido a la categoría de parroquia. Por eso, podemos decir que el capítulo séptimo trata también sobre el nombre del Barrio de La Ermita de San Antonio Abad.

Sin la documentación eclesiástica, fuente principal de información de la que nos hemos valido, sería imposible el estudio de la historia de La Ermita. Uno de los principales tipos de documento de los que nos hemos valido es el de las Santas Visitas (visitas pastorales). Por ello, en el capítulo octavo, explicaremos en qué consiste una de estas “visitas”, tomando como ejemplo la que tuvo lugar en 1966.

El capítulo noveno quiere hacer algo de justicia a algunas de las personas que se han ganado un puesto en la historia de La Ermita, y de toda Villajoyosa, por la trayectoria de sus vidas. Aunque son más las personalidades que deberían ser puestas aquí, tomamos como paradigma a unas cuantas que, consideramos, recogen las virtudes fundamentales que han sobresalido en los grandes hombres de sangre vilera. Es intención del autor abordar un estudio biográfico más amplio en el futuro.

No quiere ser este ensayo una exaltación localista, en lo que a lo telúrico se refiere. Esto sería un objetivo muy pobre, para el que no merece la pena desperdiciar ni una gota de tinta. La historia de Villajoyosa tiene unos sólidos fundamentos asentados en el Cristianismo; por eso su historia, por lo que tiene de universal, deja de ser la de un lugar aislado, para convertirse en lo que es: parte de la Historia de España.

Como español y valenciano, me siento orgulloso del lugar donde nací. Amo a mi tierra y a mi gente, y por ello ofrezco este pequeño tributo.

No por casualidad me hace el honor de prologar la presente obra, el Ilmo. Sr. Dr. D. Ernesto Zaragoza Pascual, presbítero de ascendencia vilera y unido a mí por el parentesco de sangre, ya que a él debo mi amor a la Historia, mi amor a mi propia historia. A él le agradezco sus correcciones, orientación y paciencia, a lo largo de la elaboración sistemática del presente trabajo. 

Así mismo, mi agradecimiento a todos los que han colaborado en esta obra: Doña Agustina Mayor, Don Tomás Sellés, Don Joaquín Valenzuela (ya fallecido), a Doña Josefa Lloret, que ha hecho una aportación documental importantísima sobre los doctores Esquerdo; y otros muchos, que me han hablado sobre La Ermita, me han suministrado datos o simplemente me han animado.

Finalmente, decir que esta primera edición de Una Memoria propia, es posible por el impulso de la Comisión de Fiestas de La Ermita de San Antonio Abad de Villajoyosa. Gracias a su joven ilusión y a su apoyo editorial hoy ve la luz el presente volumen.


Acto de Presentación del libro Una memoria propia, de Juan Antonio Gallardo Valenzuela, presidido por el Sr. Diputado Provincial Don Adrián Ballester. En la foto, Doña María del Rosario Escrig, Don Adrián Ballester, Don Juan Antonio Gallardo, y Don David Cerdán (moderador). 21/09/2012

Aforo completo en la sala Don Pedro, de La Finca "La Barbera" de Villajoyosa

Enlace de la noticia:
http://www.villajoyosa.com/noticias/ver_noticia.php?item=4383


MISCELÁNEA FOTOGRÁFICA DE LA VILA JOIOSA

Dr. Pedro Esquerdo Esquerdo
Dr. Álvaro Esquerdo Esquerdo


Doña Rosa Grau Castellá, esposa de
Don Álvaro Esquerdo

Familia Esquerdo (Doña Rosa, María (hija), Dr. Álvaro Esquerdo)


Familia Esquerdo
María, hija de Don Álvaro Esquerdo.
Brutalmente asesinada durante
la Guerra Civil de 1936,
por su condición de católica


Don Álvaro Esquerdo
Don Álvaro Esquerdo y familia, en la casa de L´Hort,
en La Ermita de San Antonio






Casa de L´Hort



 







Conmemoración de Don Álvaro,
 en el edificio del reloj de La Ermita.
Fiesta de Moros y Cristianos 1926


Foto de la actual Plaza de la Generalitat. Se puede ver, a la derecha,
la cúpula del desaparecido Convento de los Agustinos, 1920


Inauguración del ferrocarril en La Vila, 1911

Obra social de Don Álvaro Esquerdo: Grupo Escolar fundado y costeado por Don Álvaro, que no pudo ver terminado, ya que murió en 1921.


Obra social de Don Álvaro Esquerdo: Construcción del
Colegio de La Ermita, con vivienda para los maestros,
el sacerdote y sala de reuniones para la Junta de
Instrucción. Don Álvaro siguió personalmente,
y desde Barcelona, la obra, cuidando cada
detalle,  y envió muchos de los materiales
desde la ciudad Condal.

Placa de la casa natal de los Dres. Esquerdo,
en La Ermita de Villajoyosa

Tarjetero personal del escritorio de Don Álvaro Esquerdo
Casa de veraneo de Don Álvaro en La Ermita, está situada junto a su casa natal y la barbería de su padre (en la actualidad).


Libro de cuentas de la construcción de la torre-campanario de la iglesia de San Antonio Abad, en el Barrio de La Ermita de su nombre. Se conserva en el Archivo Parroquial. Está fechado en 1913.

Vista del Barrio de La Ermita de San Antonio,
tomada a principios de siglo XX.

Santa Visita Pastoral en La Ermita

Foto del templo de San Antonio, anterior a la Guerra Civil de 1936 
Rvdo. Don Simeón Soriano Buforn